domingo, 31 de julio de 2011

En torno a Ian Curtis (2)


1. Epistemología de la supervivencia.

Así que llegamos a edades de incómoda templanza. Son épocas añadas en la rendición y la supervivencia, no consisten en nada, excepto en dejar pasar los días y las horas. Tú lo sabías y optaste por otra cosa. Nosotros, mientras tanto, desde aquí vemos las oportunidades como una bagatela ya gastada; entonces, por qué no malgastar otra mano de la baraja. Así que aquí estamos y ni siquiera lo solicitamos. Tampoco pedimos lo contrario, por si acaso…

Qué demontre, lo justo es reconocerte cierto mérito; te admiramos, oh amigo secreto, nuestro más oscuro comandante, nuestro más dulce guerrero. Querías irte solo, sin la algarabía que embotaba tus oídos; solo tambores lejanos propios de guerras perdidas y el caso es que tenías razón, llegamos a la cuarentena y el miedo es ya un firme acompañante. Se ha hecho tan habitual que ya ni nos percatamos de su presencia.

Vivir con miedo es ya una exigencia. Nos ha deformado la existencia y los rostros son ya el espejo del alma: rictus modelados a base de miradas resabiadas y muecas de cinismo en la comisura de los labios. Lo que una vez fue hermoso ya solo es un mamotreto, esto es, la caricatura desbastada de hombres que no lo consiguieron. Pero tú no quisiste verte así. Me pregunto cómo alguien tiene el valor de hacerlo, cuánto dolor y escarnio vaga en tales recuerdos. Claro, claro, hay otros métodos para no conseguirlo.



2. Metodología para no conseguirlo.

Pendes entonces de un taburete y las patas ya te bailotean. Volvemos a engañarnos si creemos que no estamos nosotros igual. Que quede bien claro, la inestabilidad, la fina línea que apenas pisamos con firmeza, es parte activa de una impasible inercia. Pienso en imágenes vagas y figuras de referencia, tú mismo de joven con la palabra ODIO escrita en la espalda de una gabardina vieja, una madre (tal vez la tuya) con gesto de incertidumbre; pasan los años y todos confesamos lo mismo: no lo logramos, ¿verdad?

¿Qué importa el modo? Pero importa tanto, tanto importa que escribimos sobre ello, hacemos tesis sobre el asunto y leemos o escuchamos músicas que nos traen a vueltas el método. Metodología para no conseguirlo. No nos engañemos, al menos en esto, la forma es tan importante como el contenido o más. Porque muchas veces el recipiente está vacío, así que elegimos fracasar en la apatía más acomodaticia, lo importante es fracasar; dicen que solo a través del fracaso se alcanza la victoria.

Los verdaderos sabios, moribundos inveterados, comprenden que eso es mentira. Miramos al horizonte con la certeza de que nunca alcanzaremos su orilla. Conozco a gente que se para a descansar un rato, y a algunos que deciden finar tales pasos con fuego, mirando al infinito que en nuestro caso no deja jamás de ser finito, límite de tierra o de mar. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir. Siguiendo con el topoi, el río de Ian Curtis –tu río, amado general– contuvo en su corto cauce tamaño caudal (qué grosera metáfora, lo reconozco) que ninguno de nosotros, futuros compañeros, puede evitar un reconocimiento infatuado, tal vez exagerado, a tu figura.

¿Lo ves? Tú también has cruzado la línea, no supone la muerte exención para el cambio, lo mutable no merma su poder si quedamos testigos de tanta inestabilidad, has pasado de ese joven guerrero lleno de energía a esa figura de referencia para tantas generaciones, una nueva madre para espíritus desorientados, alma máter de jóvenes moribundos. Es el privilegio de los que aún quedamos, el de atestiguar la derrota. Por tanto, es solo forma de qué manera queremos perder, cómo reconocer una rendición, caminar hasta caer o detenerse en mitad de este desierto y volarse la cabeza, ahorcarse en la cocina o quemarse con gasolina. 

Me entusiasman los entusiastas de la existencia. Capacitados para la insistencia taciturna y contumaz. En definitiva, administradores de su propia desesperanza. Es cuestión de enamorarse (caer en el amor, dicen los ingleses como tú) y de pensar en los hijos. ¿Se supone que así nos salvamos? Admitiré como incuestionable un hecho. Mejor dormir acompañado. Pero al final es lo mismo, admitir o no una derrota de antemano, decir en un puñado de versos todos los secretos del universo. Y no saber nada. Y no deberle nada a nadie.

Cada día y cada atardecer con temor
 él la reclama a voz en grito,
vigilado cuidadosamente por un buen motivo,
denodado por su dedicación y su amor.
Obsesionado por la propia supervivencia,
a diferencia de otros que se cuidan de sí mismos.
Hablamos de una ceguera que roza la perfección
pero que duele como ninguna otra cosa parecida.

Aislamiento.

Madre, lo intenté, por favor, créeme,
lo hago lo mejor que puedo.
Me avergüenzo de las cosas por las que he pasado,
me avergüenzo de la persona que soy

Aislamiento.

Pero ojala pudieras contemplar la belleza
de las cosas que nunca seré capaz de describirte,
los placeres ocultos en las distracciones más inciertas,
mi única e insólita recompensa

Aislamiento..

-Ian Curtis, Isolation

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la descripción del guerrero pero asusta verse reflejado en ésta

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  2. Estupendo post amigo! Y una vez más añoranza del pasado...

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