Los pasos dados son las miradas, las distancias, los ecos espantados en las lejanas estancias, el cielo de esta Granada que subsume la desesperación, la confusión de los días que nos acorralan. Los pasos dados son una carretera de noche, la carretera de Lost Highway, la sintonía de Heirate mich de Rammstein (heirate mich / con mis manos cavo hondo / para encontrar lo que tanto echo de menos / y como la luna en un hermoso vestido / tu boca fría he besado / heirate mich), pasos que doy para intentar olvidar, volver atrás y conducir nada más, quién lo iba a decir, qué hermoso manejar con nocturnidad y alevosía, y qué gravedad adquiere la tierra, el piso, esta bóveda morada y negra que amasa, con su cuenca de vacío imposible, un trayecto que se inyecta aceleradamente, un impasse de muerte y resurrección, salvaje conducción a quien no le importas tú, solo seguir esta maldita línea blanca, ¿dónde te has metido, canalla? Seguirte, línea juguetona, para no morir a las dos de la madrugada en un punto incierto de Puerto Lumbreras, seguir entonces a esta línea canalla y mirar deslumbrado los faros que te atraviesan el alma, los camiones dibujados de fosforescente naranja, preguntarse qué es no seguir, qué es de pronto morir, qué vale la pena. Y luego estás aquí. Ves a los padres y los amas calladamente, sin saber expresar cuánta violencia te provoca su vejez, con cuánta negrura el camino (la carretera que sigues conduciendo) te hunde por dentro en un pasadizo afilado de compacto limo, bienvenido a la vida, bienvencido por la vida, adoro esta línea, por eso la tentación de desobedecerla cada día es más poderosa.
Ahora son los pasos por la ciudad un sábado que atardece. Es una palabra necia ‘atardece’… o tal vez demasiado polisémica… ¿’atardece’ porque “se hace tarde” o porque “se va la tarde”? No importa realmente. Se hizo tarde hace ya mucho tiempo y se fue la tarde conforme caminaba, son esos pasos (en las distancias, en las lejanas estancias, en el cielo de Granada, que es un cielo distinto, un cielo que asesina niños, un doloroso rumor de belleza inefable, tal y como la verdadera belleza ha de ser siempre) los que me han dejado en éxtasis la mirada, la memoria fija en ciertas obsolescencias que se empeñan en la repetición extrañada, el Corte Inglés de Puerta Real, quiero comprar mermelada de naranja dulce, me acuerdo de los camiones de noche al escribir esto; los horribles plásticos blancos y malva que adornan el comercio, la luminaria insoportable y la miasma de perfumes y cosméticos, toda la mezcolanza se colma en mis sienes, bajo la línea roja de mis párpados, M. me dirá horas más tarde que me ve muy bien y no puedo entenderlo, una vieja rumana pide limosna a la entrada del Corte que es verdaderamente un corte inmisericorde, una despiadada malatería que se exhibe en escaparates al lado de un bellísimo paseo bajo los árboles, volvamos a la anciana gitana: sostiene un vaso de plástico de colores y lo mueve en círculos cortos, sin atreverse a decir nada, o simplemente cansada.

Post data: la palabra clave no es, aquí y ahora, ‘pasos’, ni ‘atardecer’, ni ‘horas’. ¿Se han preguntado qué especie de árboles engalana la Carrera de la Virgen? Busquen, busquen. Por cierto, la naranja es símbolo de la fecundidad y está relacionada con la flor del azahar y la divinidad Afrodita; y la piel de naranja con la malatía, palabra que he mencionado a través de ‘malatería’, edificio destinado a los leprosos; curioso, en la traducción del tema de Rammstein, heirate mich, me encuentro con una estrofa que reza: “Te tomo cariñosamente del brazo / pero tu piel se rasga como papel / y partes de ti caen. Por segunda vez, te escapas de mí”. Son casualidades que nos brindan las composiciones léxicas, llamémoslas también, por qué no, sociedades de palabras, organismos vivos, vástagos, en definitivas cuentas, que uno no puede dejar de admirar con ojos bondadosos. Solo les pido un poco de esa bondad vicaria a la hora de leer los dislates del Ciudadano. ¡Salutem plurimam!
Me ha encantado tu relato. Nada amable, pero escrito desde el corazón, al leerlo me vuelve la sensación de amargor que me queda en la garganta por lágrimas no vertidas, cada vez que encaro por carretera Madrid dejando Granada atrás.
ResponderEliminarEste humilde lector de tu blog te alerta de que estás a un paso de levantar la capa de envoltorio de la ciudad, reflejo de la sociedad actual y bajo ese triste plástico descubrirás que está enferma. Sólo me consuela pensar en gente como tú que no entienden por qué han de pasear siempre con bolsas reciclables encima. La sociedad os ha convertido en un anacronismo. No existís para la sociedad de consumo, no sois un target, y pronto dejareis de existir para la sociedad real.
ResponderEliminarLa democracia ha muerto, la economía de mercado la ha matado y este nuevo dictador ha decidido que nadie pasea y entra a comprar cositas en el Corte Inglés. Hay que comprarse un monovolumen y hacer compras enormes, que no quepan en los inmensos carritos. Seguramente, en un tiempo no muy lejano, habrá que traer el carro de casa.
Este humilde lector de tu blog te alerta de que estás a un paso de levantar la capa de envoltorio de la ciudad, reflejo de la sociedad actual y bajo ese triste plástico descubrirás que está enferma. Sólo me consuela pensar en gente como tú que no entienden por qué han de pasear siempre con bolsas reciclables encima. La sociedad os ha convertido en un anacronismo. No existís para la sociedad de consumo, no sois un target, y pronto dejareis de existir para la sociedad.
ResponderEliminarLa democracia ha muerto, la economía de mercado la ha matado y este nuevo dictador ha decidido que nadie pasea y entra a comprar cositas en el Corte Inglés. Hay que comprarse un monovolumen y hacer compras enormes, que no quepan en los inmensos carritos. Seguramente, en un tiempo no muy lejano, habrá que traer el carro de casa.
Muy, Muy bueno... :)
ResponderEliminarHermosa narracion otognal...
ResponderEliminarHermosa historia otognal...
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