domingo, 23 de octubre de 2011

Naranja amarga

Los pasos dados son las miradas, las distancias, los ecos espantados en las lejanas estancias, el cielo de esta Granada que subsume la desesperación, la confusión de los días que nos acorralan. Los pasos dados son una carretera de noche, la carretera de Lost Highway, la sintonía de Heirate mich de Rammstein (heirate mich / con mis manos cavo hondo / para encontrar lo que tanto echo de menos / y como la luna en un hermoso vestido / tu boca fría  he besado / heirate mich), pasos que doy para intentar olvidar, volver atrás y conducir nada más, quién lo iba a decir, qué hermoso manejar con nocturnidad y alevosía, y qué gravedad adquiere la tierra, el piso, esta bóveda morada y negra que amasa, con su cuenca de vacío imposible, un trayecto que se inyecta aceleradamente, un impasse de muerte y resurrección, salvaje conducción a quien no le importas tú, solo seguir esta maldita línea blanca, ¿dónde te has metido, canalla? Seguirte, línea juguetona, para no morir a las dos de la madrugada en un punto incierto de Puerto Lumbreras, seguir entonces a esta línea canalla y mirar deslumbrado los faros que te atraviesan el alma, los camiones dibujados de fosforescente naranja, preguntarse qué es no seguir, qué es de pronto morir, qué vale la pena. Y luego estás aquí. Ves a los padres y los amas calladamente, sin saber expresar cuánta violencia te provoca su vejez, con cuánta negrura el camino (la carretera que sigues conduciendo) te hunde por dentro en un pasadizo afilado de compacto limo, bienvenido a la vida, bienvencido por la vida, adoro esta línea, por eso la tentación de desobedecerla cada día es más poderosa.
Ahora son los pasos por la ciudad un sábado que atardece. Es una palabra necia ‘atardece’… o tal vez demasiado polisémica… ¿’atardece’ porque “se hace tarde” o porque “se va la tarde”? No importa realmente. Se hizo tarde hace ya mucho tiempo y se fue la tarde conforme caminaba, son esos pasos (en las distancias, en las lejanas estancias, en el cielo de Granada, que es un cielo distinto, un cielo que asesina niños, un doloroso rumor de belleza inefable, tal y como la verdadera belleza ha de ser siempre) los que me han dejado en éxtasis la mirada, la memoria fija en ciertas obsolescencias que se empeñan en la repetición extrañada, el Corte Inglés de Puerta Real, quiero comprar mermelada de naranja dulce, me acuerdo de los camiones de noche al escribir esto; los horribles plásticos blancos y malva que adornan el comercio, la luminaria insoportable y la miasma de perfumes y cosméticos, toda la mezcolanza se colma en mis sienes, bajo la línea roja de mis párpados, M. me dirá horas más tarde que me ve muy bien y no puedo entenderlo, una vieja rumana pide limosna a la entrada del Corte que es verdaderamente un corte inmisericorde, una despiadada malatería que se exhibe en escaparates al lado de un bellísimo paseo bajo los árboles, volvamos a la anciana gitana: sostiene un vaso de plástico de colores y lo mueve en círculos cortos, sin atreverse a decir nada, o simplemente cansada.
He dado los pasos por dar, vuelvo ahora a casa con una bolsa de polietileno que contiene un tarro de La Vieja Fábrica con mermelada de naranja dulce y una tableta de Orange Chocolate Heidel. La bolsa que le he comprado a la cajera no pesa en absoluto, pero no deja de producirme cierta vergüenza. La chica tan amable me preguntó si llevaba encima una de esas que ahora se han puesto de moda, bolsas ecológicas, y quise entablar conversación con ella, ¿saben? Preguntarle si uno puede llevar una bolsa todo el tiempo, en todos los lugares del mundo, en cualquier momento en que se te ocurra acudir al templo, para no tener mala conciencia, supongo yo, pero decirle todo eso no era oportuno, y la gente esperaba a que pagase religiosamente. Como decía, doy pasos que hay que dar, ha llovido, las aceras tienen ahora un rubor de plata fuliginosa, los cielos son ahora negros otra vez. Llego a casa y acaricio la espalda de mi padre, que está sentado, cómo no, y mira la tele. Sería imposible explicarle cómo está la ciudad que él dejó pasar hace ya cuatro años, cuando se acabaron para él los pasos por dar, pero eres el vástago. Una sociedad de células se formó a partir de dos individuos (digo ‘individuos’ a la sazón del tecnicismo propio de la biología, nada que ver con otros significados) y de ahí salió el vástago que su padre ama tan poderosamente, odiosamente, con potestad para dejarte sin habla, protegiéndote desde su silla, mirándote en lugar de la tele con ojos de incomprensible admiración… En realidad, sería una estupidez contarle cómo está esta ciudad. Sí, hay obras en Camino de Ronda y también a pocos metros de casa; sí, los alcaldes, los políticos y los malos se empeñan en teñir de petróleo todo cuanto hay de bueno sobre la faz de la tierra, lo triste es cuando te dicen que el polietileno durará casi para siempre; he leído que las cosas hermosas no deberían morir, y si Platón tenía en algo razón, debería de ser en esto. Granada, su cielo, su piedra, no cambia, sigue imperecedera su camino que se mueve en círculos cortos, sin decir nada, tal vez cansada, es una idea y las ideas no deberían morir, ¿verdad?; es una pena que el plástico vaya a durar tanto, demasiado tal vez, y ya “atardece” para mí, mantengo la esperanza de que no sea así, pero claro, un hombre con esperanza es un hombre con miedo. Miedo a que no tenga esto sentido, a que los malos se salgan con la suya, a que no se dé cuenta nadie de quién soy dentro de esta carcasa. El miedo es el hermano de un hombre con esperanza. Cuantas más veces siga la línea en esta noche oscura, por esta carretera perdida, en el espacio sin cielo ni contornos, menos me quedará para perderla. Qué bien, voy contando los pasos como quien cuenta las horas. Vulnerant omnes, ultima necat.

Post data: la palabra clave no es, aquí y ahora, ‘pasos’, ni ‘atardecer’, ni ‘horas’. ¿Se han preguntado qué especie de árboles engalana la Carrera de la Virgen? Busquen, busquen. Por cierto, la naranja es símbolo de la fecundidad y está relacionada con la flor del azahar y la divinidad Afrodita; y la piel de naranja con la malatía, palabra que he mencionado a través de ‘malatería’, edificio destinado a los leprosos; curioso, en la traducción del tema de Rammstein, heirate mich, me encuentro con una estrofa que reza: “Te tomo cariñosamente del brazo / pero tu piel se rasga como papel / y partes de ti caen. Por segunda vez, te escapas de mí”. Son casualidades que nos brindan las composiciones léxicas, llamémoslas también, por qué no, sociedades de palabras, organismos vivos, vástagos, en definitivas cuentas, que uno no puede dejar de admirar con ojos bondadosos. Solo les pido un poco de esa bondad vicaria a la hora de leer los dislates del Ciudadano. ¡Salutem plurimam!

6 comentarios:

  1. Me ha encantado tu relato. Nada amable, pero escrito desde el corazón, al leerlo me vuelve la sensación de amargor que me queda en la garganta por lágrimas no vertidas, cada vez que encaro por carretera Madrid dejando Granada atrás.

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  2. Este humilde lector de tu blog te alerta de que estás a un paso de levantar la capa de envoltorio de la ciudad, reflejo de la sociedad actual y bajo ese triste plástico descubrirás que está enferma. Sólo me consuela pensar en gente como tú que no entienden por qué han de pasear siempre con bolsas reciclables encima. La sociedad os ha convertido en un anacronismo. No existís para la sociedad de consumo, no sois un target, y pronto dejareis de existir para la sociedad real.
    La democracia ha muerto, la economía de mercado la ha matado y este nuevo dictador ha decidido que nadie pasea y entra a comprar cositas en el Corte Inglés. Hay que comprarse un monovolumen y hacer compras enormes, que no quepan en los inmensos carritos. Seguramente, en un tiempo no muy lejano, habrá que traer el carro de casa.

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  3. Este humilde lector de tu blog te alerta de que estás a un paso de levantar la capa de envoltorio de la ciudad, reflejo de la sociedad actual y bajo ese triste plástico descubrirás que está enferma. Sólo me consuela pensar en gente como tú que no entienden por qué han de pasear siempre con bolsas reciclables encima. La sociedad os ha convertido en un anacronismo. No existís para la sociedad de consumo, no sois un target, y pronto dejareis de existir para la sociedad.
    La democracia ha muerto, la economía de mercado la ha matado y este nuevo dictador ha decidido que nadie pasea y entra a comprar cositas en el Corte Inglés. Hay que comprarse un monovolumen y hacer compras enormes, que no quepan en los inmensos carritos. Seguramente, en un tiempo no muy lejano, habrá que traer el carro de casa.

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